2 sept 2013

El siglo maravilloso



Reflexión pública sobre la ciencia + Cine y video + Artes Visuales/ Septiembre

El siglo maravilloso
En el filo secular de la Gran Guerra. Memorias sobre la última centuria.

ILUSTRACIONES E HISTORIETAS DE SERGIO LANGER + PROYECCIÓN ESPECIAL DEL FILM
“EL ESTUDIANTE DE PRAGA” + CICLO DE CINE “EL NEGRO Y BLANCO DE LA GUERRA” +
CHARLAS DEBATE + CLASE ABIERTA

Del 4 al 28 de septiembre
Centro Cultural Rector Ricardo Rojas – Av. Corrientes 2038
Entrada gratuita

Imágenes integradas 1 

Universidad de Buenos Aires
Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil
Centro Cultural Rector Ricardo Rojas
Prensa y Comunicación
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Con El siglo maravilloso (1898) el naturalista inglés Alfred Russel Wallace contrapone los logros científico-técnicos del siglo XIX con sus inequidades sociales, para luego mirar con optimismo al siglo XX, como una nueva era, promesa de un mundo más tolerante e igualitario. De cara al siglo XXI, y tras los horrores de la centuria pasada, podemos volver a formular la pregunta que hiciera Tzvetan Todorov: ¿Cómo conciliar la ausencia de ilusiones sobre el hombre, con el mantenimiento del hombre como objetivo de la acción?
 
Cronograma
Miércoles 4 de septiembre / 19hs
Inauguración “El siglo maravilloso”
Ilustraciones e historietas de Sergio Langer
Espacio de arte. Cierre: lunes 30 de septiembre / 20hs
Proyección y debate
Sala Batato Barea
"El estudiante de Praga"
Dirección de Stellan Rye y Paul Wegener. Alemania, 1913.

A una centuria del estreno del film El estudiante de Praga
Reflexiones sobre los claroscuros de intelectuales y científicos en los umbrales de la Primera Guerra Mundial.
Metáfora singular que golpea, desde el silencio del relato cinematográfico, la conciencia que arriesga principios y compromisos en nombre del poder o la riqueza. El estudiante de Praga, joven y apuesto pero pobre, vende su imagen especular a quien le otorga fortuna. Su vida escindida nos obliga a pensar en la suerte de Ludwig Fulda quien redactara el Llamamiento al mundo civilizado, un documento de carácter belicista que justifica la invasión de Bélgica por Alemania en 1914 y que fuera refrendado por 93 intelectuales y científicos de gran renombre. En 1933 Fulda será dejado cesante por su condición de judío y al serle negado su ingreso a los Estados Unidos se suicidará en Berlín en 1939.
El cine mudo alemán recurrió al tema de Fausto y el döppelganger, caros a la cultura germana, para esta obra en la que el terror deja paso a lo psicológico y que muchas veces ha quedado relegada en la memoria por El Gabinete del Dr. Caligari o El Golem.

 
Miércoles 11 de septiembre
Sala Batato Barea / 20hs
"Nostalgia de la Luz"

A cuarenta años del golpe militar contra Salvador Allende
Dirección y guión: Patricio Guzmán. Documental, Chile, 2005-2010.
El seco clima del desierto de Atacama convoca a arqueólogos y astrónomos. También golpea las puertas de la historia y la memoria en la búsqueda de los desparecidos en Chile durante la dictadura de Pinochet. Nostalgia de la luz es un relato documental sobre las búsquedas desde el pasado, es una narración de indagación política y de demandas personales que vincula el saber sobre lejanos fenómenos astronómicos con la pregunta por la identidad. Late en el film una perspectiva distinta para el saber científico, una ética que, empujada por un sentido estético del conocimiento, llama a un imperativo crítico sobre el l tránsito imprescindible de la memoria.

Ciclo de cine El negro y blanco de la guerra
Sala Batato Barea / 20hs.
"Sin novedad en el frente"
Dirección.: Lewis Milestone. Con: Lew Ayres. All quiet in the Western Front, EEUU,1930.
Creyeron en la belleza de la guerra, no por ingenuidad sino por el poder seductor de la retórica nacionalista del profesor, de quien se supone es el maestro. Se enlistaron con la fantasía de la bravura y la supuesta causa justa empujando sus voluntades. En la ilusión creada sobre la belleza de la guerra perdieron sus ilusiones, su juventud, sus vidas.
Filmada en el Hollywood que empezaba a hablar y los Estados Unidos sacudidos por la crisis, esta adaptación del best seller de Erich M. Remarque es toda una experiencia destinada a despertar en los espectadores el sentimiento antibélico, a favor de la paz. La narración desafía el canon de la época, así como las escenas de batallas, que no se detienen en el momento de mostrar cuerpos mutilados. Así y todo, un clásico romántico, tal vez el film antibélico más célebre.

 
Jueves 12 de septiembre / 19hs
Sala Auditorio
"Humor prohibido"
Reflexiones sobre el conocimiento desde nuestra historia reciente.
Participan Sergio Langer, Gabriela D´Odorico, Eduardo Wolovelsky
Las ilusiones de la ilustración tropezaron en los albores del siglo XX con las trincheras y los gases y más tarde con los campos de exterminio y las armas de destrucción masiva. Como afirma Roger Shattucck: “en todas las épocas, han sido atroces las noticias de guerras, desastres y delitos. Sin haber superado estos males ancestrales, hoy tenemos otros nuevos que lamentar”. Además, “nos enfrentamos a hechos maravillosos, que son también aflicciones, producidas no por el atraso y la ignorancia sino por el avance del conocimiento y sus aplicaciones”. Por ello, debemos girar el rostro para indagar sobre nuestro pasado reciente y definir significados para el enorme caudal de saberes técnicos y científicos de nuestro presente. El humor nos ofrece la posibilidad de la memoria, de una particular mirada sobre el drama de lo ocurrido, de una reflexión sobre la ética de nuestro tiempo pero, ¿tiene algún límite o sus expresiones pueden rebasar, como expresión de los ilimitados sueños del conocimiento, cualquier frontera que se le quiera imponer?
 
Miércoles 18 de septiembre
Ciclo de cine El negro y blanco de la guerra
Sala Batato Barea / 20hs.
"Yo acuso"
Dirección: Abel Gance. Con: Víctor Francen. J´accuse, Francia, 1919.
Cuando terminó la Gran Guerra, la humanidad creyó (en realidad quiso creer fervientemente) que sería la última. Apenas un año después, el genio de Abel Gance propuso la solución extrema: los muertos, levantándose de sus tumbas eran los únicos capaces de detener la sin razón.
Alegato único de carácter antimilitarista, este film excepcional, revela la potencia expresiva y reflexiva de la imagen en movimiento. En los inicios mismos del cine y antes de que el sonido le diese nuevas posibilidades, la historia de Jean y François, revela que cualquier relato heroico que se haga sobre la guerra, en cualquier tiempo o lugar, ha de desvanecerse bajo el dolor de estos dos soldados franceses en la Primera Guerra Mundial. Gance realizó una nueva versión, sonora, en 1938, un año antes de otra guerra que superó a la primera. Advertencias utópicas, ambas versiones siguen emocionando y conmoviendo.

 
Miércoles 25 de septiembre
Ciclo de cine El negro y blanco de la guerra
Sala Batato Barea / 20hs.
"Negro y Blanco en color"
Dirección: Jean Jacques Annaud. Con: Maurice Barrier. La victoire en chantant, Francia, 1976.
Tardes quietas, tanto que la ligereza de la vida parece hacerla fútil semejándola a los animales que se adormecen bajo el calor. Pero las noticias, aunque tarden, terminan por llegar y en aquel 1915, los colonos franceses y alemanes en África central se enteran de que están en guerra. El sosiego se quiebra pero, ¿quién habrá de pelear? La urgencia convierte a la población nativa en franceses y alemanes para desplegar la parodia de tener que pelear por naciones que los sojuzgan. La opera prima de Annaud fue ganadora del Oscar a la mejor película en idioma distinto al inglés. 
Sábado 28 de septiembre / 10hs
Sala Auditorio
Clase abierta del curso “Conocimiento público sobre la ciencia”
Alfred Russel Wallace: “El siglo maravilloso”. Perspectivas para una reflexión sobre el cientificismo y la tecnocracia.
Coordinadores: Eduardo Wolovelsky y Rosana Errasti
Palabas preliminares de Eduardo Wolovelsky – A cargo del Área de Reflexión pública sobre la ciencia
El 18 de junio de 1858, Darwin le escribió a Charles Lyell para comentarle su preocupación por la carta que Alfred Russel Wallace le enviara desde las lejanas islas del archipiélago Malayo. Con cierto asombró expresaba allí: “nunca he visto una coincidencia más sorprendente”. Aquel trabajo en el cual Wallace enunciaba el principio de la selección natural, el mismo sobre el que Darwin llevaba trabajando desde hacía unos veinte años, lo impulsó finalmente a concluir su obra El origen de las especies.
Wallace reconoció la profundidad del trabajo de Darwin y, en una de sus principales obras sobre evolución, acuñó el término darwinismo para referirse a la descendencia con modificación por medio de la selección natural. Pero este primer encuentro entre los dos naturalistas, significativo y profundo en sus raíces epistemológicas, no fue el producto de un pensamiento homogéneo entre ellos, sino la intersección de trayectorias que con el tiempo se harían cada vez más disímiles. Wallace se definió como socialista y desde esa perspectiva no sólo se opuso a las lecturas sobre la condición humana que se enmarcaban en lo que se llamó darwinismo social sino que, además, supuso un origen sobrenatural del intelecto humano, por lo que Darwin le expresó su disenso esperando que “no haya usted matado por completo a la criatura que parimos juntos”.
El compromiso social de Wallace lo llevó, hacia finales del siglo XIX, más precisamente en 1898, a publicar su libro “El siglo maravilloso”, una obra donde destaca los grandes logros científico técnicos que harían de esa centuria, la del XIX, un momento particular y único de la historia. En la introducción se lee:
“El presente trabajo no es bajo ningún aspecto una historia, ni siquiera considerada desde una escala limitada. Tal vez puede ser llamado una apreciación del siglo, de lo que ha hecho, y de lo que está pendiente. El intento ha sido dar cortos bosquejos y descripciones de los grandes logros materiales e intelectuales que distinguen al siglo XIX de cada una de las épocas que lo precedieron, y para mostrar cuán fundamental es el cambio que ha efectuado en nuestra vida y en la civilización.
Una estimación comparativa de la cantidad y la importancia de estos logros nos lleva a la conclusión de que no sólo nuestro siglo fue superior a cualquier otro que lo antecedió sino que, además, puede ser comparado con el conjunto de todo el período histórico anterior. Es, por lo tanto, posible declarar el inicio de una nueva era en el progreso humano.”
Pero en el texto, Wallace advierte sobre las injusticias sociales que ese mismo progreso tecnocientífico no sólo no ha saldado sino que, de forma paradójica, pudo haber profundizado:
“Junto con estos éxitos maravillosos, y tal vez como consecuencia de ellos, se han producido errores igualmente sorprendentes, algunos de carácter intelectual, pero para la mayor parte en el orden moral y social. Una apreciación imparcial de siglo no puede omitir esta cuestión y debe hacer una referencia a ellos por lo cual no es improbable que, el historiador del futuro, considere a esto su característica más llamativa. Por consiguiente, he dado a ello la importancia que merece.”
Concluye el prefacio con el siguiente pensamiento:
“De mayor importancia aún, aunque no es un hecho propio de este siglo, es el eterno problema de la riqueza y la pobreza. Al abordar esta cuestión he aportado un conjunto de pruebas que demuestran que, acompañando a nuestro enorme aumento de la riqueza, ha habido un correspondiente aumento de la pobreza, de la locura, el suicidio, y probablemente incluso de la delincuencia, junto con otros indicios de deterioro moral y físico. Con la mayor sinceridad me he remitido a los hechos para llamar la atención de todos aquellos que se interesan por el progreso de la verdadera civilización y el bienestar de la humanidad.”
Tras una lúcida y profunda crítica al militarismo decimonónico, cuya última gran manifestación había sido la guerra Franco Prusiana de 1870, concluye su libro con un entusiasmo sobre el hecho tecnocientífico que hoy podríamos calificar de ingenuo pero que, sin embargo, todavía y desde un ciego acto de fe negador de la historia, muchos defienden como un acontecimiento salvífico. Las palabras que cierran la obra nos obligan a una angustiosa reflexión, porque fueron escritas por un hombre comprometido con su tiempo, un lúcido pensador y uno de los más grandes naturalistas de la época y porque fueron expresadas desde la más genuina esperanza de que el siglo XX cosecharía la potencia de los logros científicos y tecnológicos para la constitución de un mundo más justo, igualitario y que no estuviese dominado por el militarismo de las naciones. Alfred Russel Wallace murió hace un siglo, en 1913, en la antesala de los inicios de la Gran Guerra, que dispersó sus palabras y destruyó sus sentidos para abrir las puertas a un doloroso siglo XX sobre el que estamos obligados a indagar desde la memoria que le pone un rostro a las víctimas. Reconstruyamos las palabras de Wallace e intentemos entenderlas desde la historia sucedida tras su escritura:
“Las personas están siendo educadas para entender la verdadera razón de los males sociales que ahora dañan a todas las clases por igual, y hacer que muchos de los avances científicos sean bendiciones en lugar de maldiciones. Una igual tasa del progreso educativo sostenido durante otro cuarto de siglo les dará a la vez el poder y el conocimiento necesario para iniciar las reformas necesarias. La marea fluye, está con nosotros. Tenemos grandes poetas, grandes escritores, grandes pensadores para animar y guiarnos y un conjunto cada vez mayor de serios trabajadores capaces de difundir la luz y ayudar para el buen momento que viene. Y como este siglo ha sido testigo de un progreso material e intelectual sin precedentes en la historia de la humanidad, progreso por el cual el siglo que viene va a cosechar el fruto de este avance en una convulsión moral y social en un tipo de igualdad sin precedentes, y de una enorme generalidad.”
El sueño de Alfred Russel Wallace quedó enterrado en el barro de las trincheras, en la mecanización de las batallas, en el compromiso que asumieron relevantes científicos con el desarrollo de la guerra química. Pero hoy, en la heterogeneidad de intereses que hacen a los diferentes grupos humanos, hay quienes no desean renunciar al ideal de un mundo más justo como el que Wallace imaginó para el siglo XX. En los umbrales del tiempo secular que nos distancia de los inicios de la Primera Guerra Mundial, se nos impone un ejercicio del pensamiento que debe realizarse con el compromiso de todas nuestras fuerzas expresivas, para afrontar este acontecimiento que redefinió la historia y la vida particular de los seres humanos, incluso de los que se consideraron muy alejados de lo que sucedía en Europa.

 
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