15 feb 2017

Sobre Cuatreros



Qué hay detrás de Cuatreros, el nuevo film de Albertina Carri

En su nuevo film, Cuatreros, Albertina Carri vuelve a entregar un documental "de creación", construido a partir de desechos fílmicos y marginales de los años 60 y 70.




Por Leonardo M. D'espósito (Publicado en Brando)

Uno no siempre puede estar de acuerdo en todo con alguien. En mi caso, no estoy de acuerdo en todo (en muchas cosas, sí) con Albertina Carri. Sin embargo, creo que no hay nada mejor que alguien como ella para discutir o poner a prueba lo que considero mis convicciones (que, aclaremos de entrada, no son piezas monolíticas, sino que están sometidas, para todos, por la marea del tiempo). Digamos algo más: Albertina Carri propone y discute sus ideas a través de otras ideas, tanto formales como estéticas. Discute y propone a través del cine. 


Su carrera incluye el documental (y, en ese terreno, a lo que se dedica desde hace un par de décadas suele llamarse "documental de creación") y la ficción. En el segundo territorio, después del intrigante debut de No quiero volver a casa (una hazaña narrativa en blanco y negro), después de la precisa y justa Los rubios, que eludía todo lugar común sobre el tema desaparecidos para ir directo al núcleo del asunto a través de un lenguaje que explotaba todo lo visible, después del intento -un poco fallido, pero fascinante en cuanto a realización- de melodrama familiar que fue Géminis, o del trágico salvaje de La rabia, Carri sigue inventando cosas. Dejemos de lado su bello trabajo como una de las programadoras del Festival Asterisco, una iniciativa que merece llenar salas todos los años, y dejemos de lado alguna otra excursión por otros lenguajes. Carri piensa con y desde las imágenes aunque se diga cercana a (una forma, alguna forma) la literatura. Y eso cuaja en Cuatreros. 

Empecemos por describir qué no tiene Cuatreros. Es un film para el que no se ha filmado nada. No hay paradoja alguna, lo que hay es una construcción de relato, una reflexión sobre lo biográfico, autobiográfico y la memoria, realizada a partir de material encontrado, de un fílmico marginal que, como sucede con todos los márgenes, termina delimitando lo que es central. Carri trabaja con material de archivo, con imágenes que cubren los finales de los años 60 y principios de los 70, con películas publicitarias, con rollos porosos, con planos desechados por la organización oficial del imaginario. Imágenes a veces cómicas, a veces irónicas, a veces durísimas, pero que por alguna razón fueron registradas, es decir creadas para ser vistas. Hay una voz en off, una voz propia que vive en la delgada línea entre la realidad y la ficción, que articula esas imágenes y crea un relato. Hay un relato nuclear, la historia de un bandido rural finalmente muerto bajo el gobierno de Onganía, y hay una cebolla que se va armando poco a poco alrededor de este corazón, el de una sociedad que va creando los dispositivos de una violencia que estallaría no mucho después de manera aun más trágica. 


Lo que sí es Cuatreros, que vuelve a ese "documental de creación" a la hora de encontrarle un género (una categoría que termina funcionando, muchas veces, como cajón de sastre), es algo parecido a un fluir de la conciencia. Quizá parezca extraña la comparación, pero lo que realiza Carri en esta película se parece a lo que hace Steven Spielberg en las antípodas de la intención y del lenguaje. El estadounidense tiene un problema: solo puede pensar en cine y sus películas toman como material todo el cine visto. La argentina transforma ese problema en un una consciente posibilidad de búsqueda: hipnotizada por un material disjunto que parece escribir un mapa y pedir una unidad, su función entonces es pensar el cine como un viaje en busca de esa cohesión, en busca de ese tiempo y de ese mundo perdidos para poder comprender mejor el que existe. Necesariamente, la respuesta es personal, pero -y esto justifica la quizás alocada comparación- no intransferible: es el ejercicio de una estética -que es también una ética, que es también una moral- la que permite comunicar una historia, y a través de la historia, una forma. Y viceversa. 

Entonces, Cuatreros es en principio una película, algo que solo puede existir por el cine y dentro de él. Luego, es una reflexión sobre el cine. Luego, un viaje, una aventura que, en lugar de buscar una línea recta, trata de hallarle sentido a cada bifurcación y a cada meandro. Y, finalmente, una experiencia hipnótica y, más allá de sus asperezas, placentera. Pocas veces es posible que entremos al proceso de creación y de pensamiento de alguien que nos franquea su espacio con total sinceridad y absoluto riesgo. Por eso, resulta un placer inaugurar con estas imágenes y su intérprete (intérprete de imágenes, eso es Carri en este film) una discusión, una conversación, un viaje. Cuatreros, como corresponde, nos toma por asalto.